#Chiapas | Hay quienes aseguran que el cuerpo tiene su propio laberinto, su oculta geografía de caminos y posadas. Su perfección está en cada detalle, en su apreciación misma e, incluso, en el reconocimiento de poseer uno.
Hablar del cuerpo refiere, casi inevitablemente, señalar a la anotomía aunque ésta se relacione con el campo de la medicina, de las ciencias, puesto que la figura humana ha sido representada gráficamente desde hace mucho tiempo. En efecto, la anatomía ha permitido al artista representar, modificar y crear figuras atendiendo a la expresividad de las formas del cuerpo. Es decir, permite su apreciación desde distintas construcciones. De modo que se aprecia en un lienzo, en una escultura, en audiovisual...en una calle de la capital de la chiapaneca.
Inerte sobre el piso, recostada a mitad de una banqueta, en los brazos de quienes la vigilan o sobre la espalda cansada de quienes la resguardan, la figura humana está a la vista de todos y en la indiferencia de muchos. Los maniquíes, desde la perspectiva del fotógrafo documental Jesús Hernández, tienen vida en la cotidianidad de una ciudad, en medio del ruido, del entorno maltratado, de la necesidad de trabajo de muchas familias. Entre luces y sombras aparece “Carne de plástico”. Se trata de una serie de fotografías donde los maniquíes son los protagonistas; sin embargo, quienes también aparecen no sólo complementan la figura humana gráficamente, sino que su mirada enuncia a la vez, quizá, desconsuelo, enojo, miedo y desaliento.
Son muñecos de carne y corazón de plásticos que conviven con los humanos en las calles de Tuxtla Gutiérrez, se exhiben, se venden, se compran y sobreviven. “La idea es mostrar cómo los maniquíes toman vida en medio de lo cotidiano. Cohabitan con los humanos, deshumanos que venden, compran, exhiben. Muestro muñecos y gente, donde quizá los de carne y corazón de plástico son los supuestos ‘vivos’”, afirma el autor de las imágenes.
“Carne de plástico” es un pequeño homenaje al fotógrafo mexicano Nacho López y ha sido trabajado como “un simple ejercicio de cuando camino por el Centro de Tuxtla Gutiérrez”, pero como enuncia Jaime Sabines: “Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen”, los maniquíes y los humanos de estos retratos, por ahora, han desaparecido de las calles de la ciudad.
Texto: Lucía Sarauz Gutiérrez
Fotografías: Jesús Hernández
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