Caminamos y miramos las entrañas y memorias del Caribe colombiano para quitarle al olvido lo que se quiere llevar. Sus aguas y polvorín abrazan nuestros lentes, los pueblos nunca dejan de iluminar. No nos falla la fuerza en las piernas para recorrer cada recodo y escribir historias con la luz. En los caminos nos seducen las nostalgias que alimentan el perrenque de la gente, miradas que buscan las ventanas para esperar la brisa tropical, el barro y el polvo, los silencios que son lucernarios y los paisajes que no solo impulsan al dedo índice para obturar, sino también gobiernan los latidos del corazón. En cada viaje lo cotidiano sigue siendo un cuento que espera ser visibilizado. No estamos solas en este pedacito de mundo y no parpadeamos para que el Caribe nos abrace las entrañas.
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