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Suchiate border | Jesús Hernández [México]


        El río Suchiate es la frontera “natural” entre México y Guatemala. Nace de entre las faldas del volcán Tacaná y sigue su camino hasta el Océano Pacífico formando el límite entre ambas naciones, como lo dicta el Tratado de 1882. 

El intercambio económico entre Ciudad Hidalgo y Tecún Umán sucede por encima del puente, bajo las normas aduaneras, y por el río, con balsas hechas de neumáticos que transportan mercancía y pasajeros, convirtiéndose, desde siempre, en una frontera cómplice y porosa, donde lo legal y lo ilegal se entremezclan. 

Hoy la situación ha cambiado un tanto. Ante el incremento de caravanas centroamericanas que buscan llegar a los Estados Unidos ambos gobiernos han decidido reforzar la vigilancia e impedir el paso de migrantes. La travesía se complica aún más para quienes dejaron sus países en busca de un mejor porvenir.

En el agua flotan las embarcaciones de hule. Los balseros se gritan, se ríen, bromean. Los niños inventan clavados nuevos, corren, juegan, hacen una fiesta en el agua. La prensa, que ha venido desde lejos a buscar historias, no deja de sorprenderse de cómo ocurre la vida aquí, todo tan peculiar. De una orilla la autoridad revisa documentos y en la otra, decenas de personas miran con anhelo el suelo mexicano. 

Doña Luisa es una señora de 67 años que a medio río lava su ropa, la de sus hijos y la de sus nietos. Con sus manos talla el jabón sobre una piedra que se asignó hace años. “Cuando no vengo a lavar, también pueden usarlas otras personas, hay muchas que la necesitan”. Para ella el agua es alegre y la corriente trae consigo compañía para sus pensamientos. 

Se siente contenta en el lugar donde vive porque halló la tranquilidad. “Soy de un pueblo con violencia, de una zona roja y aquí he encontrado mucha paz. Gracias a Dios que vine a dar a este lugar”. Mientras el sol se va yendo cada vez más lejos, ella llama a su nieto para ayudarle con la cubeta repleta de ropa limpia. Su simpatía es tan grande como sus trenzas. 

La esperanza está apenas cruzando el río, dice una familia hondureña que ha caminado varios kilómetros con la ilusión de llegar los Estados Americanos y salvar la vista de Valery, una niña de tres años que sólo se guía con lo sonidos y la poca luz que logra colarse a sus ojos. Valery no sabe de leyes migratorias. Camina descalza sobre la arena. Canta, es bella, increíble. 

Ellos venían en la Caravana que fue disuelta en la frontera con Guatemala, a la cual se unieron porque perdieron todo su patrimonio con el huracán Iota. Aquella vez sintieron la fuerza del agua desbordada, poderosa y destructora. La que tienen enfrente, esta vez dócil, es un agradable remanso para los pies de Valery. 

Políticamente el agua del río Suchiate separa dos territorios, pero también une muchas historias y muchas a personas de distintas culturas. Es fuente de trabajo para los lugareños y da alivio para los pasos cansados de tanto camino. El Suchiate es peculiar, desde aquí el mundo es otro y confluyen todos los sueños.

















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