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“De la escoba nosotros comemos, no tenemos un patrón" | Salvador Vázquez [México]



        Abraham Guzmán de 48 años nos relata el oficio de ser escobero en estos días tan complicados. Desde las dificultades para obtener la materia prima para elaborar una escoba, hasta las vicisitudes de transportar su trabajo y poder vender. 

"No se siembra, se va a las palmas. El árbol crece y sólo se poda." 

 Nos relata que las autoridades les impiden recolectar la palma seca argumentando que esta penado por "talar". Aunque él les explique que no tiran el árbol, y que su actividad también ayuda a evitar incendios en época de quema; son sólo las hojas lo que usamos". 

Mientras sus hijos, trabajan, él no deja de hablar y explicar su oficio. Sabe que su esfuerzo retribuye en ellos. Transmitir ese conocimiento, pero sobre todo el amor a su trabajo. Sus manos ya acostumbradas a manejar la palma y sus utensilios, no dejan de señalar con ímpetu y energía el 'trajin' de hacer una escoba.

 "Una escoba lleva media hora. Lo peor es estar sentado sin hacer nada. Tres docenas diarias, con una docena que yo amarre tengo para comer; pobre no hay; 'jaraganes' sí." 

Don Abraham nos cuenta que llevar su trabajo a diferentes lugares de Chiapas lo confronta con las autoridades, quienes suelen pedirle dinero para dejarlo pasar, pidiéndoles un permiso y si no son sancionados confiscándoles toda la producción. "Da para sobrevivir, no para hacerse rico." 

Sus hijos, quienes ya dominan el oficio, han cursado la primaria y secundaria. Pero en esta época la venta ha sido escasa. La escoba sale en 15 pesos y otras en 25 pesos, de palma maciza, palma grande. "De cojoyo es el mejor material." 

"Ahora que no hay negocio vendan a 10 pesos, bájenle para tener para comer." 

El oficio es bueno, es sabiduría y tradición. Don Abraham aún tiene ilusión y energía, mientras nos cuenta su día a día, no deja de sonreír y de mostrarse orgulloso de que el trabajo es el mejor camino, aunque con sacrificios todo cuesta, pero cuando se logra con ese esfuerzo se disfruta más. 

 Usa tintas para darle ese color a la palma. "Hago torneada, le hago torneada, pequeña, grande, de llavero".

 "Vamos a morir nosotros y nadie va a quedar para hacer". 

Su esposa Elena, la compañera y socia. Y sus pequeños ayudantes: Fernando, Carlos Daniel, Luis Fernando, Joel David y William Heriberto, nos muestran una familia que como su oficio en cada amarre de una escoba es la fuerza que los une y los mantiene en estos días tan aciagos. 

La palma, los colores, la fuerza y los años. Nos dejan una escoba que nos hace recordar a ese tiempo en que nuestros padres barrían las casas de adobe. Ahí donde junto con los años de don Abraham, nosotros también tuvimos origen.
















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