El Espartano
Pedro Darynel
Cubierto de un rompevientos
pero no lo cubría de los años.
Tez sensata, turbia y ambigua,
en cada ojera denotaba una derrota
y en cada pelo blanco que pintaba su cabeza:
la victoria de la vida,
bajo un sombrero de paja,
eran arropadas sus caídas
y el plácido dolor de pelear con el tiempo.
Los inviernos le pegaron,
cargaba una tos cansada de filosofar,
ya sólo hablaba por cortesía,
diestro en el mar de sabiduría.
El cansancio ya es un enemigo,
lo atacaba constantemente
y él, un guerrero nato, duro de raíz,
como los de su época, como los que ya no hay,
se defendía, atrincherado en su asiento.
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