Hablo poco de mi país. Es cierto. No creo en la tiranía histórica, en la República restaurada, en los mil proyectos de nación. México no es para mí una época ni lo que cuentan los libros ni una evocación al llanto. México está en mis amigos, en las personas que admiro.
Y pienso: México no es como lo señaló Francisco Bulnes: «donde uno se apedrea con soles y se sacude el traje con caudas de cometas». No. México se agolpa en los rincones más olvidados, se aprende y se arraiga en las costumbres de su pueblo, aun cuando éstos poco aporten a la razón. Son los agentes naturales del fuego.
Y recuerdo –quizá por lo anterior o no– que a lo largo de mi vida nunca he cantado el himno –ni el mexicano ni el de Chiapas–, que descubrí el lugar donde vivo por un libro: Instrucciones para vivir en México, de Jorge Ibargüengoitia.
Y reitero: México no es media ciudad gritando su “independencia”, las canciones de El Recodo, Peña Nieto, los muros de Troya, el gobernador de Chiapas.
México son mis amigos, las personas que quiero y admiro; y lo siento –mentiría si digo lo contrario– no son muchos.
México es Ariané Guerrero y Valentín Garbo con su proyecto Bâdi.
México es Jenny Beaujean cuando canta en Las musas de papa sibarita.
México son mis amigos con los que me reúno a platicar de rock, libros y cine.
México es Gina soportando mis neurosis y mis recaídas.
México es la voz de María José Camargo.
México es la anciana que come sus dulces como una niña.
México está en mis amigos, los de acá y los de Puerto Rico; con Claudia, en Argentina; en Japón y Estados Unidos; en las veces que veo la luna y hago barquitos.
-Luis Daniel Pulido
Foto: "Revelación" Roberto Bernal
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