Extraño mi casa,
los juegos sencillos de palabras,
el invierno conectado a los tubos de agua,
la máquina del tiempo,
un par de negocios del que fue mi padre,
por supuesto, una buena parte de las monedas
Extraño a mi padre,
telegrafista, motorista, astronauta,
las inserciones pagadas:
venga y compre con nosotros las mejores telas
Extraño el vagón de los trenes,
el escudo de metal del Capitán América,
a mi mamá con la piedra filosofal
en una de sus manos
Extraño mi casa,
los hermanos que nunca tuve,
al cuervo, el mago, el alquimista
Extraño mi hogar,
los misterios de su adobe,
a la vecina de padres libaneses
y el juicio de custodia
por los hijos que nunca tuve
Extraño mi casa,
el campo de fut,
la poligamia que ejercía en mi cuadra,
ese olor debajo de tu falda que me dijiste
provenía del norte de África
Extraño mi tierra,
el arroz, la mantequilla,
estar en la cocina con mi madre
Extraño a mi padre
porque nunca dijo no ni sí
ni cómo ni cuándo
Extraño al señor que barre las calles,
al tío Ernesto, los discos de Deep Purple,
a mi perro recostado en mis piernas,
el periódico mal impreso,
el librero sin libros,
mi primer poema que ahora escribo
Extraño y extraño mucho
a mis amigos, excéntricos, interplanetarios,
con superpoderes, tan altos y fuertes
como ayer, como siempre
en cada hoja amarilla que me arrebata
el viento de sus tumbas
Luis Daniel Pulido
*Publicado en la revista Tierra Adentro, junio-julio 2008, núm. 152
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