Don Enrique Corzo, maestro talabartero, de 85 años de edad, aprendió el oficio desde muy joven, a partir de su deseo de crear.
A veces, los sueños comienzan a través de los ojos y eso le ocurrió cuando vio una pieza única creada por don Manuel Farrera, a encargo de un general. Esa fue la semilla de una vida dedicada al trabajo de la piel.
Los deseos de ejercitarse, aún pasando suplicios, lo llevaron a un taller, donde estuvo de aprendiz, a pesar de tener a su familia en contra.
Don Enrique no dejó de lado el deseo de crear piezas a partir de cuero.
La piel curtida es su materia prima; sus sueños, su inspiración.
Fundas para machetes, bolsas y huaraches son su día a día.
Así es don Enrique, a quien vislumbró en su taller, de manos vigorosas y marrones, que hacen ver a un hombre que en cada movimiento deja un jirón de saber.
Con alegría, platica cada paso de su trabajo. Su piel brillosa alcanza ese tono del material que elabora, se confunde, es parte de él.
Su pulso no tiembla en cada corte, sigue las figuras y de un tajo en la dura piel da la forma a cada una de sus piezas, que son corazas de vida.
Salvador Vázquez
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